Agradecimientos

El Zapotal (Morazán), 1982

Mauricio es un buen compa, campesino, trabajador, joven, casi un cipote, pobre, disciplinado y honrado, siempre con una sonrisa en los labios. En uno de esos amaneceres cuando nieva calor en el Zapotal, entre ramas y bejucos, sueña Mauricio con su familia. Sueña con los juegos infantiles con sus hermanas y hermanos. Sueña en los atardeceres cuando el sol se esconde tímidamente detrás de la ceiba y el zopilote dibuja las nubes. Y sueña con la risa tierna de su madre. Eran aquellos años en que en estas tierras se moría sin esperanza y en el olvido.

En Morazán, los días pasan de chanza en chanza en el campamento y por las noches Mauricio sueña y sueña siempre en voz alta. Tan enorme es su vozarrón que hasta los tigrecillos huyen espantados mientras los compas, acostumbrados, se duermen arrullados como si fuera una canción de cuna cantada por la abuela.

A veces sueña sueños de amor; otras, sueños de libertad; otras, sueños de baile y verbena; las más, sueños de paz, y las menos, sueña pesadillas. Sus sueños son en blanco y negro, aunque cuando se huele la mañana aparece un poco de azul, un amarillito, unas manchas de rojo y un verde turquesa. Y cuando en el sueño las nubes se tiñen de colores cae una lluvia fina que cuenta historias muy antiguas que hablan de lencas y de dioses.

Hace un par de semanas, Mauricio tuvo un sueño de gran belleza y se despertó por la mañana con una sonrisa de oreja a oreja. Fue su primer sueño Homenaje...

Mauricio soñó con el día en que se había acabado la guerra y dio la mano a sus hermanos, se abrazó a su mujer, besó a sus hijos. Se encontraba de nuevo en la plaza de Villa El Rosario entre su gente, estaban todos, no faltaba nadie. Soñó que estaban los muertos y los vivos, todos bien juntitos, riéndose y felices por el encuentro. Allí volvió a ver a Fidencio Hernández, a Juan Blanco, a Anastasio Portillo, a Nieves García, al marido de Vicenta, a Pedro Gómez y Abilio Chicas..., a Jacoba Hernández y sus hijas, Noelmi, Concepción y Floricia Hernández... Estaban también Juana Anselma y sus niños, Cristóbal, Cecilia y Francisco, el bebé de apenas 40 días, siempre sonriente. Y Juan Hernández y el abuelo Mateo Martínez. Estaban Macrobio Vásquez y Susana Blanco con su hija Ascensión y su nieta Delsi, y Regimundo Martínez, Margarita, Rosa y Ángel Hernández, y Alonso y Anselmo Argueta.... Y muchas otras personas.

Durante el primer café de la mañana, Mauricio explicó en el campamento lo que había soñado y se armó un gran revuelo. Todos opinaban y comentaban emocionados que en el sueño de Mauricio se había acabado la guerra y había llegado la paz, se sentía la alegría.

Al anochecer, la luna era una blanca y brillante vela hinchada por el viento y con ella se fueron a dormir.

Al día siguiente se volvió a levantar con la misma sonrisa y los compas se arremolinaron a su alrededor esperando el nuevo relato. Fue su primer sueño Agradecimiento...

Mauricio soñó que habían pasado muchos años después de que acabara la guerra y soñó como en la iglesia de Villa El Rosario estaban Carmen Reinelda, Gabriela Hernández, Ignacio de Jesús García y Elvira Sánchez, Lidia Santos, Magdaleno García Costa, María Cesárea Portilla, Marta Beatriz Hernández, Marcela Vigil, Margarita Vigil, María Dorotea Sorto Ramos, Noé Romero, Vicenta Hernández, Yolanda García, Ana Romero, la familia de Nila (Remigio y Petronila), José B. García, Severiano Fuentes, Trinidad Orellana, Otoniel Orellana, Mingo y muchos y muchas más, con los ojos llenos de emoción y dignidad.

Recordaban recuerdos y anhelaban esperanza. No se habían olvidado de nadie ni de nada, en sus oraciones y en su memoria estaban todos y estaba su historia, la historia de El Salvador, y tampoco se habían olvidado del valor de palabras como justicia, libertad, conciencia, amor, lucha, dignidad y revolución.

Esa noche, la luna era una almendra nacarada y su enigmática y cálida sonrisa cubría montañas y valles hasta llegar a los mares más lejanos.

Al tercer día, todo el campamento esperaba el sueño de Mauricio y así recién despierto relató su primer sueño Solidaridad...

Mauricio soñó que más allá del atlántico océano hombres y mujeres escuchaban las palabras de Villa El Rosario, las miraban, las aprendían, las compartían, las acariciaban con sentimiento y las dibujaban con colores.

Una noche se reunían en buena mesa Lourdes Balmes, Joan Antoni Padrós, Pol Vila, Michele Puddu, Jordi Oriola y Sònia Rigola y compartiendo palabras recordaban que se tiene que recordar.

Otras tardes y ocasiones compartieron Míriam Argiles, Mariona Ortiz, Rosa Ruiz, José Hasbún, Joan Lluís Quilis y Marc Longan y se invitaban a poner un acento, a regalarse una imagen, a dar un abrazo y a vivir otro tiempo.

Algunas mañanas, Luis de Sebastián, Daniel Cando, Manel Vila, Xavier Badia o Pablo Aguilar desayunaban con miradas y rostros en silencio y se comprometían a animarlos con su voz..., y algunos atardeceres Montse Martínez, Magali Prat, Mar Toharia, Cati Rubio, Roque Balsebre, Nicola Foroni y Ana Paola van Dalen en RedS merendaban una tacita de café y con su cálido aliento celebraban la existencia y la esperanza.

Esa noche, una nube perezosa se recostaba sobre la luna que la despertaba juguetona con miles de blancos rayos de luz.

Al cuarto día, ya estaban todas y todos aseados esperando el nuevo sueño de Mauricio. Fue su primer sueño Libertad...

Mauricio soñó que por la mañana estaba soñando con los ojos abiertos y la brisa le trajo el olor a elote, el olor del cabello de su padre... Y allá, a su lado, se encontraban Carlos Henríquez Consalvi, Santiago, del Museo de la Palabra y la Imagen; Mario José Sánchez, de Pro-Búsqueda; Nelson Ricardo González, Carmen Elena Rivas y Francisco Ramos, de CONFRAS, y otros compañeros y compañeras de la Comunidad Segundo Montes y de Huacal.

Estaban todos bien despiertos y se escuchaba bien clara su voz que decía: «La libertad es como el mañana. Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y caminan la noche para alcanzarla... Y en El Salvador muchas y muchos estamos caminando juntos hacia la libertad.»

Esa noche, la luna estaba llena de la claridad de la miel y de la sabiduría del maíz indio y su luz se sumergía en lo más profundo de El Salvador. Una tenue lluvia se acercaba por oriente y hacia ella se dirigieron Mauricio y sus compas, para desvelar y caminar la noche, rompiendo los silencios del pasado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario